jueves, 22 de diciembre de 2011

Familia

De baja me hallo. Sin poder mover la pierna derecha, escayolada de arriba a abajo. Y estas dos semanas que me han dicho que voy a estar así se me van a hacer más llevaderas (podéis creerlo o no) porque coinciden con las vacaciones de mis niños. Llevo fatal estar metida en mi casa mientras sé que ellos están en el cole con sus clases, su rutina... Y lo llevo fatal porque les echo de menos cada segundo que estoy despierta. Pienso en qué estarán haciendo, qué problema habrán tenido hoy, quién les habrá consolado...
Tanto tiempo con un grupo de enanos acaban convirtiéndote en madre (o padre) de familia numerosa y como tal tienes tus momentos de desesperación, tus deseos de desaparecer en una gran burbuja insonorizada, tus ganas de que acabe el día y dejen de gastarte el nombre... Pero en el fondo te encanta sentirte necesitada, saber que eres la primera a la que acuden cuando algo les duele, aunque sea una uña, saber que igual que tú les quieres a todos, ellos también te quieren con tus rarezas, tus idas de olla, tus momentos de histeria.
Así que prefiero que se vayan a sus casas y que a la vuelta de las vacaciones me encuentren otra vez en el aula sonriéndoles, regañándoles y escuchándoles. Y que estos cuatro días de cole que hemos pasado separados se olviden pronto. Y que volvamos a tener otra vez nuestra rutina de gran familia.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Libro


Leed atentamente el enunciado del ejercicio nº 1. Ahora, haced de niños de 1º de Primaria, y unid las seis partes de la cara con el dibujo del centro... WTF???
Os presento mi libro de Science y la razón de que cada vez crea más en el trabajo sin libro de texto. Ahí queda eso.

martes, 29 de noviembre de 2011

Trabajo

Existe un trabajo en el que lo único que importa son los compañeros. En el que puedes ser cada día una cosa diferente (hoy Pokemon, mañana bailarina). Un sitio en el que no ves, imaginas. En el que la frase "No me chupes" está a la orden del día. Y en el que detrás de cualquier rendija pueden esconderse misterios insospechados.
Un sitio lleno de noticias: "Se me ha caído un diente", "Me han comprado un conejito", "Me ha tocado hacer de buey en el belén viviente"... Pero también el sitio en el que pueden romperte el alma con un mal gesto, el que puede destrozarte la vida si te rodeas de las personas equivocadas. El que puede salvarte si consigues rodearte de buena gente.
Este trabajo tan importante es el de ser niño. Mi labor como maestra es vigilar, encauzar, corregir, estar alerta. Por lo demás, seré un mero accidente en la memoria de la mayoría, quizás un recuerdo algo más vivo en la de algunos pocos. Pero ¿qué importa? Al final, lo único que debe contar y lo único que cuenta es haber dado las herramientas suficientes para que ese niño que soñaba con ser piloto de fórmula 1 en el patio del colegio acabe siendo una buena persona. Cuando lo haya conseguido y nos haya olvidado, entonces, nuestra labor como maestros cobrará sentido.

martes, 15 de noviembre de 2011

Más

Los niños son mucho más de lo que estudiamos en la Facultad. Y traen muchas más cosas de serie de las que nos imaginamos: más mocos, más piojos, más padres, más problemas, más actitudes incomprensibles, más regalos, más "Mamás", más "Qué guapa estás"...
A veces, a días, no me siento preparada para llevarlo todo con una sonrisa. Hay veces en que les mandaría a tomar viento a la octava vez que me preguntan lo mismo, hay veces en que me importan un comino las historias sobre su tía o su abuela, hay momentos en los que me golpearía la cabeza contra la pared, momentos en que les daría una colleja, ratos en los que me gustaría ponerles en mute...
Lo peor de todo es saber que es cosa tuya, que los niños están más o menos igual de pesados todos los días, igual de gritones, igual de charlatanes. Pero en esos momentos en los que no puedes más, desearías tener un trabajo de oficina en el que poder aparentar que trabajas mientras juegas al solitario, aunque sea cinco minutos, un trabajo en el que poder levantarte un momento en mitad de cualquier cosa y tomarte un café a cualquier hora. Te gustaría no tener que abrochar pichis, poner lazos, desatascar cremalleras, atar zapatos, buscar a la dueña de unas bragas perdidas, preguntar a un niño por qué lleva un calcetín de cada color, desenredar nudos imposibles.
Quizás el fallo es que la Facultad no esté al lado de un colegio, como antiguamente. Así llegaríamos ya entrenados para no necesitar el silencio, para vivir a toque de campana, para no parar. Y quizás entonces todas las entradas en los blogs de las profes novatas serían positivas como hasta ahora. Pero qué queréis que os diga, también nosotras tenemos nuestros días.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Grados

Una de las cosas que se van aprendiendo con la edad es que en la vida hay grados. Hay cosas que son más importantes que otras, ofensas que son más grandes que otras etc. Pero con seis años, la vida es todavía bastante confusa, así que cuando Y le dice a su madre que odia a S porque habla muchísimo en clase y le molesta todo el rato y ésta le dice que no está bien odiar, la primera alternativa que acude a la mente del niño es "Vale, pues quiero matarla."
True story.

jueves, 13 de octubre de 2011

Padres

Los niños son cada uno un mundo. Y cuando conoces a sus padres y su historia, sus neuras y sus manías, ese mundo se vuelve algo más claro y comienzas a entender muchas cosas.
Entiendes que T sea puro nervio y no pueda quedarse sentada más de unos minutos (sus papás acaban de adoptar a un bebé y ella también es adoptada). Entiendes que J no atienda y le cueste concentrarse (viene de un cole con 12 alumnos por clase). Comprendes por qué hoy D ha venido con el chándal en lugar de con el uniforme del colegio (porque la mamá dice que le ha jurado y perjurado que hoy es la última vez que se lo pide... y D es un manipulador nato, según madre y teacher).
Al ser tutora, el contacto con los padres es constante. Para mí es muy enriquecedor hablar con ellos y ver la imagen que tienen de sus hijos, la dinámica que siguen con ellos en casa, sus expectativas respecto al colegio y respecto al futuro de los niños... A veces me resulta difícil saber dónde está el límite, hasta dónde están dispuestos que nos metamos en su vida, en sus rutinas, para cambiar para mejor el comportamiento de sus hijos. Lo que sí sé es que vale la pena intentar influir lo más posible para evitar el psicólogo al que los padres tienen cierta tendencia a enviar a sus hijos a la más mínima señal de alarma. Usemos mejor el sentido común, el suyo y el mío, y utilizemos el tiempo y la palabra que, como dice mi padre, son dos de las herramientas más poderosas con las que contamos.

miércoles, 5 de octubre de 2011

"Sálchichis"

Así, tal cual, es como mis niños de primero han decidido que van a llamar a las salchichas a partir de ahora: "sálchichis". Y no importa que yo me deje la voz pronunciando correctamente ['sɒsɪdʒɪz], ellos siguen diciéndolo a su manera y descojonándose de la risa cada vez que lo hacen. Y yo también, claro. Haced la prueba y decid "sálchichis" con cara seria. Es imposible.
Eso no me preocupa, la verdad, llegará un momento en que decidirán por su cuenta hacerme caso o simplemente un día se les pasará la tontería y lo dirán bien sin darle mayor importancia. Lo que me ha llamado la atención hoy es cómo la sinceridad de los niños ha dejado en evidencia que, claramente, lo del dibujo no es lo mío.
Os pongo en antecedentes: hay un grupo de 1º (5 a 6 años para los no iniciados) al que doy Science e Inglés oral, con lo cual cuando llego a su clase no tienen ni idea de qué va a ir el rollo. En Science estamos viendo las distintas comidas del día y en Speaking de momento nos conformamos con hacer juegos sencillos sobre los objetos de la clase y cosas así. Total, que después de tener Science antes de la comida, he llegado a la clase para darles su hora de Speaking después del recreo y me he puesto a dibujar en la pizarra (ahora mismo no recuerdo por qué) una goma de borrar. Cuando uno dibuja en una pizarra ante un gran público le asaltan cientos de dudas que nunca se habría planteado sobre el objejcto en cuestión, a saber: ¿la dibujo cuadrada o redonda? ¿con o sin bordes? ¿desde arriba? ¿desde un lado? Total, que he acabado dibujando una forma amorfa en la pizarra, momento en el que un niño aleatorio ha gritado: ¡SÁLCHICHIS! y a mí me ha entrado la risa floja. Cabe destacar mi rapidez de reflejos al poner "Milan" encima de la forma amorfa, lo cual ha servido para que unos cuantos digan: Aahh... rubber!

PD: Sí, a pesar de la desesperación de mi entrada anterior y de la sensación que tengo al final del día de haber sido molida a palos, aún hay esperanza: aún trabajo con los seres más fascinantes del mundo.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Saber

La mayoría de las veces siento que voy sobradamente preparada para ejercer mi labor de maestra como es debido, sin embargo hay días como hoy en los que me siento impotente por saber tan poco (y por no tener a nadie a quién preguntarle). ¿Hasta qué punto debo alarmarme por la inapetencia de una niña? ¿Cuánta importancia debo dar a las lágrimas de una madre? ¿Cuándo los tocamientos de una niña en sus partes dejan de ser autoexploración para ser señal de algo preocupante?
Tengo demasiadas preguntas y muy pocas respuestas. Demasiados niños y muy poco tiempo. Y una enorme frustración por no poder dar una educación de calidad a todos mis alumnos (lo que yo entiendo por calidad, no las apariencias con las que algunos confunden el término).

Ya sé que ninguno de mis niños se va a morir por no ser atendido por un profesional con motivo de su incapacidad de centrar la atención, sé que tampoco es mortal el hecho de no pronunciar bien la "s" y la "r" y sé que el cariño es una herramienta poderosa... pero no es suficiente. Me siento impotente por no poder hacer las cosas bien. Y por saber que ese "bien" no es pedir demasiado.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Roña

Mi situación laboral actual implica que me paso ocho horas al día rodeada de seres que, en su mayoría, me llegan a la altura de la cintura. En el primer ciclo, que comprende los dos primeros cursos y es donde yo más estoy, esas personitas vienen con un plus de mocos y sustancias inidentificables adheridas a partes inconcebibles: M, por ejemplo, que viene todos los días un poco antes para desayunar en el cole, me da los buenos días con restos de leche y galleta por todo el moflete y hoy, que le he estado vigilando en el comedor, me ha dedicado un sonriente "¡Ya he terminado!" adornado por yogurt natural en la barbilla, la nariz y (juro que no miento) el flequillo.
Así que no es de extrañar que cuando llegue a casa y me siente, por fin, y me mire las manos como quien no quiere la cosa, me encuentre las uñas en un estado catatónico, como si hubiera estado trabajando en la mina todo el día. No lo comprendo, os aseguro que me las lavo cuando puedo (quizás sea ese "cuando puedo" el principal problema) y no entiendo el proceso por el que mis uñas llegan a esa situación. El resultado dista mucho de ser el adecuado para dar de comer a los niños, pasarles el pan, cortarles la manzana etc, pero bueno, así van creando defensas, ¿no?

jueves, 8 de septiembre de 2011

Chica

Que digo yo que uno estudia para ejercer su profesión lo mejor que puede. Planifica las clases (cuando es posible y sabe la edad de los niños que va a tener y demás detalles sin importancia). Busca recursos. Crea. Innova. Y luego, a la salida del cole, una madre te viene y te dice que su hija está encantada con su cole nuevo y con la clase porque la profe "Es chica, como quería"
Entonces resulta que lo que importa es la persona, que el niño/a esté a gusto en el aula, con sus compis, contigo. Y digo yo, ¿para qué estudiamos? Imagino que eso sólo lo podría saber poniendo a alguien que no haya hecho magisterio enfrente de 27 niños de 6 y 7 años, a ver qué hace. Y entonces probablemente me diera cuenta de todo lo que he aprendido en la carrera y, sobre todo, con mis pequeños de extraescolares, sin cuya ayuda estos primeros días estarían acabando con mis nervios y mi salud mental.
No sé si he mencionado que el cole es nuevo. Se ha abierto este año y nosotros, los profes, nos hemos conocido hace justo una semana. Aún así, parece que llevamos toda la vida trabajando juntos. Nunca podré decir suficientes veces lo importante que son los compañeros en una situación como esta. Y no me cansaré de insistir en la suerte que tengo de haber entrado en un grupo joven, con ilusión y ganas de trabajar que tiene siempre la sonrisa puesta, pase lo que pase, y piensa únicamente en lo mejor para los niños.
Suerte, es lo que tengo. Muchísima suerte.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Nuevos

12 caras nuevas han entrado en mi vida hoy, y van a pasar a ser una parte esencial de ella a partir de ahora: personas con las que compartiré estrés, alegrías, trabajo y descanso. Un grupo al que apenas conozco y ya me encanta, encargados de conseguir, todos a una, poner en marcha un cole desde cero... ¡vaya reto!
Y si yo estoy nerviosa por saber cómo evolucionarán las cosas, cómo iremos adaptándonos, si sobreviviremos o no.. no me quiero ni imaginar cómo estarán los niños el primer día de cole..
Comienza la cuenta atrás.
De momento, me conformo con ver a los peques de 1 a 3 años trepar por un columpio como si fuera el Everest y decidir que a medio camino se está bastante cómodo, verles llorar como si no hubiera un mañana gritando "MAMAAAAAAAAAAAAAAAA" mientras las profes invocan a su luz interior, verles hacer manitas desde primera hora de la mañana (¡qué precocidad!) y ver a mis compis intentar superar su estado de nervios con una sonrisa y un café con leche. Como nosotros en... ¡6 días!
Etapa nueva y nuevas ilusiones, por lo tanto. Nuevos miedos también, claro.
Como siempre, os iré manteniedo informados.

miércoles, 6 de abril de 2011

Albabuena

Cuando eres niño hay muchas cosas que no sabes no porque tu etapa cognitiva no te lo permita sino porque, simplemente, no has tenido el tiempo suficiente para escuchar todas las palabras del mundo o conocer todos los conceptos que para los adultos son "de cajón".
De ahí que, cuando la profe te da a oler un bote de albahaca para que adivines lo que es y entiendas la palabra basil que aparece en el texto sobre la historia de la pizza Margarita que ha preparado, lo primero que te venga a la mente sea alba...buena. Hierba que la teacher echaría con gusto sobre el tomate y la mozzarela mucho antes que la aburrida albahaca.

jueves, 10 de marzo de 2011

Buenos

Después de unas cuantas clases con esos seres fascinantes que son los niños, creo que puedo decir que son principalmente buenos. O inocentes, como prefiráis. Ya sé que también pueden ser crueles, pero generalmente lo son sin darse cuenta del daño que pueden hacer y son capaces de corregir su comportamiento si se señala a tiempo. Con M (el niño con TDAH), por ejemplo, la actitud de sus compañeros ha cambiado sensiblemente desde que les dije que le tenían que ayudar porque se sentía inseguro en clase (no quería que le etiquetaran como "enfermo") y si le recordaban constantemente que tenía menos nivel que ellos, se iba a sentir peor. Y ya está. Una charla que no duró más de cinco minutos y el ambiente ha mejorado muchísimo y, consecuentemente, también M.
Pero la reflexión de hoy viene provocada porque he tenido una clase tan agradable que he salido del aula con ganas de adoptarlos a todos. Resulta que llevo un par de días afónica (los catarros a los profes siempre nos acaban afectando a la garganta) y ayer me encontraba tan pocha que llamé a la empresa diciendo que no creía que pudiera dar clase en esas condiciones. Me dijeron que llamara por la mañana si me seguía encontrando mal. Pero el caso es que me he levantado bastante mejor, aunque con una voz digna de un mafioso de alto rango, y he ido al cole como todos los días. Mi coordinador ha entrado al aula para decirles a mis niños que se portaran bien porque yo estaba malita y ellos han contestado que ya lo sabían, que ayer también. Y cuando, practicando las preguntas del Trinity, tocaba hablar del tiempo que hacía hoy, he dicho que para mí no era "sunny and hot" sino "sunny and cold", a lo que S ha respondido, con cara de comprensión: "Claro, teacher, es que tú estás mala".
Y si a eso sumamos que me han preguntado si iba a estar con ellos el curso que viene y que cuando les he dicho que no, M ha dicho con cara de pena que él habría querido hacerme un regalo por Navidad, comprenderéis mi estado de ánimo actual, en el que el mundo me parece maravilloso y mi profesión la mejor posible.
Alguien comentó alguna vez: "Los niños son de lo mejor cuando las cosas están de lo peor". Y cuánta razón tenía.

martes, 15 de febrero de 2011

Yo

De todos es sabido que los primeros años de la vida son los más importantes para el desarrollo de la personalidad y, por lo tanto para la formación del yo. Los primeros años como profe sirven, también para definir tu personalidad como enseñante a base de aciertos y errores.
Hoy me han definido por primera vez: "A la teacher no se le convence", dice R. Y me parece un buen comienzo, pues la coherencia es uno de los aspectos más importantes en toda relación entre un educador y sus educandos (fea palabra, por cierto).

Pero lo más importante es cómo se definen los chavales a sí mismos, ya que de ello dependen las expectativas que tengan de la vida, su actitud ante las dificultades y su manera de afrontar los fracasos. En mi pequeño grupo tenemos, por ejemplo, a M, un chaval diagnosticado con TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad), al cual llaman "tonto" sus compañeros por lo menos tres veces en cada clase. Multipliquemos esas tres veces por unos 6 periodos lectivos y añadamos los recreos y tendremos a una persona que es minusvalorada unas 30 veces al día y aún así saca ganas como para contestar: "Bueno, pero soy el más listo de los tontos".
La verdad es que es bastante inteligente y creativo, pero su manera de ser y los problemas asociados a su trastorno hacen muy complicada la convivencia tranquila con sus compañeros. El profesor puede ayudar, claro, a que esos comentarios despreciativos se reduzcan a un mínimo en el aula, pero lo que más me preocupa es lo que pasa fuera de ella. Los niños son maravillosos, pero también extremadamente crueles (y no siempre conscientes de ello) y los profesores deberíamos invertir horas y horas en generar un ambiente de respeto a las diferencias y tolerancia ante las distintas formas de ser y de expresarse.
Porque de aquí al bullying hay un paso muy pequeño y de la inseguridad que esto provoca a la agresividad como único medio de defensa también.

"Perdamos" tiempo, pues, en trabajar estas actitudes que les acompañarán toda la vida y dejemos de profundizar tanto en los huesos del cuerpo o el funcionamiento del sistema solar. Ni vosotros ni yo recordamos nada de todo lo que nos enseñaron en Primaria, en cambio, hemos aprendido a conseguir las cosas con esfuerzo, a respetar a los compañeros y a afrontar de manera creativa los problemas. No hace falta más. Tres ideas que grabar a fuego en nuestros alumnos durante los seis años que pasan en nuestras aulas. Luego ya que estudien lo que quieran.

miércoles, 19 de enero de 2011

Influencia

Lo sé, está muy mal que vayamos ya por la tercera semana de curso después de las vacaciones y aún no haya escrito nada por aquí. Mis disculpas.

Desde que comenzaron las clases de este nuevo trimestre, la idea de esta entrada ha estado rondando mi cabeza, pero por algún motivo lo he ido postponiendo y no me he sentado a escribirla hasta ahora.
Todo empezó cuando dos niñas de mi clase me contaron que los Reyes les habían traído unos bolis con purpurina y unos lápices fosforitos iguales que los míos (lápices y bolis que les presto para hacer manualidades, porque sé que les cuesta prestarse cosas unos a otros y pretendo predicar con el ejemplo). Cuando, a los pocos días, y tras haber enseñado en clase mis calcetines rosas (tenía su lógica en la actividad, no era por afán exhibicionista), E vino a clase con unos iguales, la idea a la que había estado dando vueltas se confirmó: los profesores somos una influencia mucho mayor de lo que creemos para nuestros alumnos.
Esto tiene varias consecuencias: La primera de ellas es que tenemos que tener un cuidado extremo con lo que decimos y con cómo nos comportamos con nuestros chavales en clase, ya que tendemos a programar al detalle los contenidos académicos que vamos a impartirles y a no prestar demasiada atención a nuestra actitud, cuando en lo que más se van a fijar ellos es en lo segundo.
Siguiente consecuencia: cuidadito con el ego. Debemos ser conscientes de que nos idolatran e imitan por el rol que tenemos, no tanto por quienes somos. Está claro que a un profesor borde o distante no le tomarán excesivo cariño, pero su palabra seguirá siendo ley (o casi).
Por último, aprovechemos esta influencia de manera positiva. Si observamos cualquier conducta indeseable en clase, la respuesta que demos condicionará en gran medida cómo reaccionarán los niños ante ese mismo comportamiento en otras ocasiones. No debemos olvidar que están todavía aprendiendo cómo funciona nuestra sociedad y, por lo tanto, adquiriendo pautas de comportamiento que se irán asentando y poco a poco serán más difíciles de cambiar.

Bueno, y ya para terminar, dos breves apuntes:

1) Estoy de acuerdo con mis niñas: mis bolis de purpurina molan que te cagas, yo también me los habría pedido para Reyes si no los hubiera tenido ya
2) Efectivamente, creo que ya tengo una edad para dejar de llevar calcetines rosas, o al menos para dejar de enseñarlos.

¡Nos leemos pronto!