martes, 29 de noviembre de 2011

Trabajo

Existe un trabajo en el que lo único que importa son los compañeros. En el que puedes ser cada día una cosa diferente (hoy Pokemon, mañana bailarina). Un sitio en el que no ves, imaginas. En el que la frase "No me chupes" está a la orden del día. Y en el que detrás de cualquier rendija pueden esconderse misterios insospechados.
Un sitio lleno de noticias: "Se me ha caído un diente", "Me han comprado un conejito", "Me ha tocado hacer de buey en el belén viviente"... Pero también el sitio en el que pueden romperte el alma con un mal gesto, el que puede destrozarte la vida si te rodeas de las personas equivocadas. El que puede salvarte si consigues rodearte de buena gente.
Este trabajo tan importante es el de ser niño. Mi labor como maestra es vigilar, encauzar, corregir, estar alerta. Por lo demás, seré un mero accidente en la memoria de la mayoría, quizás un recuerdo algo más vivo en la de algunos pocos. Pero ¿qué importa? Al final, lo único que debe contar y lo único que cuenta es haber dado las herramientas suficientes para que ese niño que soñaba con ser piloto de fórmula 1 en el patio del colegio acabe siendo una buena persona. Cuando lo haya conseguido y nos haya olvidado, entonces, nuestra labor como maestros cobrará sentido.

martes, 15 de noviembre de 2011

Más

Los niños son mucho más de lo que estudiamos en la Facultad. Y traen muchas más cosas de serie de las que nos imaginamos: más mocos, más piojos, más padres, más problemas, más actitudes incomprensibles, más regalos, más "Mamás", más "Qué guapa estás"...
A veces, a días, no me siento preparada para llevarlo todo con una sonrisa. Hay veces en que les mandaría a tomar viento a la octava vez que me preguntan lo mismo, hay veces en que me importan un comino las historias sobre su tía o su abuela, hay momentos en los que me golpearía la cabeza contra la pared, momentos en que les daría una colleja, ratos en los que me gustaría ponerles en mute...
Lo peor de todo es saber que es cosa tuya, que los niños están más o menos igual de pesados todos los días, igual de gritones, igual de charlatanes. Pero en esos momentos en los que no puedes más, desearías tener un trabajo de oficina en el que poder aparentar que trabajas mientras juegas al solitario, aunque sea cinco minutos, un trabajo en el que poder levantarte un momento en mitad de cualquier cosa y tomarte un café a cualquier hora. Te gustaría no tener que abrochar pichis, poner lazos, desatascar cremalleras, atar zapatos, buscar a la dueña de unas bragas perdidas, preguntar a un niño por qué lleva un calcetín de cada color, desenredar nudos imposibles.
Quizás el fallo es que la Facultad no esté al lado de un colegio, como antiguamente. Así llegaríamos ya entrenados para no necesitar el silencio, para vivir a toque de campana, para no parar. Y quizás entonces todas las entradas en los blogs de las profes novatas serían positivas como hasta ahora. Pero qué queréis que os diga, también nosotras tenemos nuestros días.