lunes, 26 de septiembre de 2011

Saber

La mayoría de las veces siento que voy sobradamente preparada para ejercer mi labor de maestra como es debido, sin embargo hay días como hoy en los que me siento impotente por saber tan poco (y por no tener a nadie a quién preguntarle). ¿Hasta qué punto debo alarmarme por la inapetencia de una niña? ¿Cuánta importancia debo dar a las lágrimas de una madre? ¿Cuándo los tocamientos de una niña en sus partes dejan de ser autoexploración para ser señal de algo preocupante?
Tengo demasiadas preguntas y muy pocas respuestas. Demasiados niños y muy poco tiempo. Y una enorme frustración por no poder dar una educación de calidad a todos mis alumnos (lo que yo entiendo por calidad, no las apariencias con las que algunos confunden el término).

Ya sé que ninguno de mis niños se va a morir por no ser atendido por un profesional con motivo de su incapacidad de centrar la atención, sé que tampoco es mortal el hecho de no pronunciar bien la "s" y la "r" y sé que el cariño es una herramienta poderosa... pero no es suficiente. Me siento impotente por no poder hacer las cosas bien. Y por saber que ese "bien" no es pedir demasiado.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Roña

Mi situación laboral actual implica que me paso ocho horas al día rodeada de seres que, en su mayoría, me llegan a la altura de la cintura. En el primer ciclo, que comprende los dos primeros cursos y es donde yo más estoy, esas personitas vienen con un plus de mocos y sustancias inidentificables adheridas a partes inconcebibles: M, por ejemplo, que viene todos los días un poco antes para desayunar en el cole, me da los buenos días con restos de leche y galleta por todo el moflete y hoy, que le he estado vigilando en el comedor, me ha dedicado un sonriente "¡Ya he terminado!" adornado por yogurt natural en la barbilla, la nariz y (juro que no miento) el flequillo.
Así que no es de extrañar que cuando llegue a casa y me siente, por fin, y me mire las manos como quien no quiere la cosa, me encuentre las uñas en un estado catatónico, como si hubiera estado trabajando en la mina todo el día. No lo comprendo, os aseguro que me las lavo cuando puedo (quizás sea ese "cuando puedo" el principal problema) y no entiendo el proceso por el que mis uñas llegan a esa situación. El resultado dista mucho de ser el adecuado para dar de comer a los niños, pasarles el pan, cortarles la manzana etc, pero bueno, así van creando defensas, ¿no?

jueves, 8 de septiembre de 2011

Chica

Que digo yo que uno estudia para ejercer su profesión lo mejor que puede. Planifica las clases (cuando es posible y sabe la edad de los niños que va a tener y demás detalles sin importancia). Busca recursos. Crea. Innova. Y luego, a la salida del cole, una madre te viene y te dice que su hija está encantada con su cole nuevo y con la clase porque la profe "Es chica, como quería"
Entonces resulta que lo que importa es la persona, que el niño/a esté a gusto en el aula, con sus compis, contigo. Y digo yo, ¿para qué estudiamos? Imagino que eso sólo lo podría saber poniendo a alguien que no haya hecho magisterio enfrente de 27 niños de 6 y 7 años, a ver qué hace. Y entonces probablemente me diera cuenta de todo lo que he aprendido en la carrera y, sobre todo, con mis pequeños de extraescolares, sin cuya ayuda estos primeros días estarían acabando con mis nervios y mi salud mental.
No sé si he mencionado que el cole es nuevo. Se ha abierto este año y nosotros, los profes, nos hemos conocido hace justo una semana. Aún así, parece que llevamos toda la vida trabajando juntos. Nunca podré decir suficientes veces lo importante que son los compañeros en una situación como esta. Y no me cansaré de insistir en la suerte que tengo de haber entrado en un grupo joven, con ilusión y ganas de trabajar que tiene siempre la sonrisa puesta, pase lo que pase, y piensa únicamente en lo mejor para los niños.
Suerte, es lo que tengo. Muchísima suerte.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Nuevos

12 caras nuevas han entrado en mi vida hoy, y van a pasar a ser una parte esencial de ella a partir de ahora: personas con las que compartiré estrés, alegrías, trabajo y descanso. Un grupo al que apenas conozco y ya me encanta, encargados de conseguir, todos a una, poner en marcha un cole desde cero... ¡vaya reto!
Y si yo estoy nerviosa por saber cómo evolucionarán las cosas, cómo iremos adaptándonos, si sobreviviremos o no.. no me quiero ni imaginar cómo estarán los niños el primer día de cole..
Comienza la cuenta atrás.
De momento, me conformo con ver a los peques de 1 a 3 años trepar por un columpio como si fuera el Everest y decidir que a medio camino se está bastante cómodo, verles llorar como si no hubiera un mañana gritando "MAMAAAAAAAAAAAAAAAA" mientras las profes invocan a su luz interior, verles hacer manitas desde primera hora de la mañana (¡qué precocidad!) y ver a mis compis intentar superar su estado de nervios con una sonrisa y un café con leche. Como nosotros en... ¡6 días!
Etapa nueva y nuevas ilusiones, por lo tanto. Nuevos miedos también, claro.
Como siempre, os iré manteniedo informados.