lunes, 17 de septiembre de 2012

La madre que los parió

Pues parece ser que me he malacostumbrado. Mi clase se porta tan bien que hoy, cuando me ha tocado impartir Ed. Artística a los niños de 3º casi me da algo.
También son un grupo pequeño, pero está lo mejor de cada casa. Y la madre que los parió se merece un premio por aguantarles, cuidarles y esas cosas que hacen las madres.

Hay veces en que te desbordan. Que, por lo que sea, tú no estás en tu mejor momento ni ellos en el suyo. Que te sale tu lado más serio y formal y ni así, que no hay manera. Y al final de la clase, los jodíos te hacen unos trabajos que ni en tus mejores sueños habrías esperado. Y sales de la clase confundida, claro. Sin saber si eres un desastre o un auténtico genio de la inspiración artística.
Lo más probable es que ni lo uno ni lo otro. Simplemente eres un instrumento que debe canalizar adecuadamente la energía de esos enanos sin morir en el intento (alguien me recomendó alguna vez Reiki y me lo estoy planteando... por supervivencia, más que nada). Quizás así consigas alcanzar alguno de los objetivos que te has propuesto para ellos. O no. Quizás alcances otros más importantes sin darte cuenta... 

En Educación nunca se sabe. Por más que planifiques las cosas, es asombrosa la velocidad con que se va todo al garete. Pero ¿no consiste en eso la creatividad, en destruir para construir?
Destruyamos las clases tranquilas, pues. ¡A la mierda los dibujitos con Plastidecor! Vamos a trabajar el Arte con mayúsculas, vosotros y yo por primera vez, juntos. Y a ver qué sale. Que todo nos vale. Que sois puro arte.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Empezar

Claro que sí, que todos los Septiembres empezamos. Nosotros, los niños, los papis... Pero este curso más que nunca. 
Empiezo en un cole nuevo, con profes nuevos, con alumnos nuevos... por que no falte, hasta las paredes están recién pintadas. Y empiezo por el principio: por las vocales, por los números de una cifra, por las partes del cuerpo... Empiezo en primero.
Es un reto, para mí, de los más grandes, porque el comienzo determina en cierta forma el desarrollo de la carrera en cualquier deporte, y en la vida pasa lo mismo. Y que de mí dependa el correcto comienzo del desarrollo de las habilidades lecto-escritoras y numéricas de un pequeño grupo de seres minúsculos me impone. Mucho. Sobre todo en estos días sin niños en los que el colegio parece una edificación vacía y sin sentido que nadie sabe qué narices pinta ahí.
Porque cuando te metes en la rutina de un cole se te olvida (o prefieres no pensar) que lo que haces es muy importante, que determinas en gran media la evolución de esas personitas de plastilina que los padres ponen cada mañana en tus manos... Prefieres no pensarlo (o hacer como que no lo piensas) porque si no el vértigo te impediría poner el pie en el aula. Te quedarías mirando desde la puerta, esperando a que ocurriera el milagro y los niños de repente salieran hablando inglés y escribiendo largos textos sin ninguna ayuda. Pero luego respirarías hondo y entrarías en el aula igualmente, porque desde sus mesas o sentados en el suelo o corriendo entre las sillas, habría un grupito de personitas esperándote, creyendo en ti y necesitando que tú creyeras en ellos. Y esa sensación es suficiente para superar el mayor vértigo del mundo.