jueves, 6 de septiembre de 2012

Empezar

Claro que sí, que todos los Septiembres empezamos. Nosotros, los niños, los papis... Pero este curso más que nunca. 
Empiezo en un cole nuevo, con profes nuevos, con alumnos nuevos... por que no falte, hasta las paredes están recién pintadas. Y empiezo por el principio: por las vocales, por los números de una cifra, por las partes del cuerpo... Empiezo en primero.
Es un reto, para mí, de los más grandes, porque el comienzo determina en cierta forma el desarrollo de la carrera en cualquier deporte, y en la vida pasa lo mismo. Y que de mí dependa el correcto comienzo del desarrollo de las habilidades lecto-escritoras y numéricas de un pequeño grupo de seres minúsculos me impone. Mucho. Sobre todo en estos días sin niños en los que el colegio parece una edificación vacía y sin sentido que nadie sabe qué narices pinta ahí.
Porque cuando te metes en la rutina de un cole se te olvida (o prefieres no pensar) que lo que haces es muy importante, que determinas en gran media la evolución de esas personitas de plastilina que los padres ponen cada mañana en tus manos... Prefieres no pensarlo (o hacer como que no lo piensas) porque si no el vértigo te impediría poner el pie en el aula. Te quedarías mirando desde la puerta, esperando a que ocurriera el milagro y los niños de repente salieran hablando inglés y escribiendo largos textos sin ninguna ayuda. Pero luego respirarías hondo y entrarías en el aula igualmente, porque desde sus mesas o sentados en el suelo o corriendo entre las sillas, habría un grupito de personitas esperándote, creyendo en ti y necesitando que tú creyeras en ellos. Y esa sensación es suficiente para superar el mayor vértigo del mundo.

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